Noticias de las Fraternidades 38

 

FRATERNIDAD DE LEIPZIG (ALEMANIA)

(Gotthard, Michael, Andreas, Gianlucca)

Diario de Gotthard

 

Lo que más me afecta en mi vida de cada día es mi trabajo en la cárcel. Pues desde hace cinco años soy capellán de la cárcel de Leipzig. Visto desde fuera, no cambió nada: Sigue siendo una cárcel con más o menos 500 presos: 200 en espera de juicio, 200 con una pena máxima de 2 años, 60 en el hospital de la cárcel que cuenta con diferentes servicios (somático, psiquiátrico, desintoxicación), y 40 en una casa semi-abierta de rehabilitación. ¡Pero tal vez soy yo el que ha cambiado! Estos años en la cárcel me  marcaron mucho, dejaron huellas en mí…

Está la rutina en el buen sentido y en el malo. Cada día hay drogadictos que están ahí por robo o tráfico de drogas. Cada vez hay más que ya conozco, que regresaron por segunda o incluso por tercera vez a la cárcel. La droga “encarcela” en un círculo diabólico. Por supuesto hay posibilidad de hacer una terapia, pero verdaderamente es la puerta estrecha, y muchos regresan a la cárcel o mueren.

Para ir a la cárcel tengo que hacer un largo recorrido. Tres cuartos de hora de tranvía, además 10 minutos en autobús y después 10 minutos a pie y recorro un muro muy grande que rodea la cárcel.

El otro día, en el autobús, me llamó la atención una mujer joven bien maquillada que iba con un niño de unos 4 años. Enseguida pensé que iba a visitar a su chico a la cárcel… y he aquí que baja. Me di cuenta de que según los horarios de visita, iba con retraso. Empezó a caminar muy rápido y el niño corría con ella: corría con todas sus fuerzas, tan rápido como se lo permitían sus piernecitas. Quería ir rápido a ver a su papá. El muro de la cárcel es largo, muy largo… pero él corría… no se detenía…corría hasta la entrada para ver a su papá. Yo los seguía y entré detrás de ellos en la sala de entrada. Como llegaron un poco atrasados, todavía los hicieron esperar. Pero el pequeño seguía saltando de un pie al otro… todavía corría para ver a su papá. El empleado me dejó entrar porque me conoce…  y a través de la puerta de vidrio vi al pequeño, saltando todavía de un pie al otro… para ver a su papá…

Sí, a veces hay historias muy conmovedoras. Mike es un joven muy muy sencillo. Varias veces no pagó el boleto del tranvía. Recibió las multas por correo pero no las pagó. Finalmente lo convocaron delante del juez pero no fue al tribunal. Entonces lo metieron en la cárcel para estar seguros de que esté ahí para el próximo juicio que tendrá lugar dentro de un mes. Es la primera vez que está en la cárcel… está verdaderamente desesperado: ¿Cómo sobrevivir durante un mes en una cárcel?...  y además su compañera está embarazada… es su primer hijo… y no tiene ninguna noticia. Me pide 36 veces que la llame para decirle que él la quiere mucho y para preguntarle como está, y como va el niño, etc. etc.

Así que llamo a su compañera desde mi oficina: ella está muy contenta de tener noticias de su compañero: todo va bien y parece que el bebé es una niña: ¡es súper! Subo al piso y vuelvo a ver a Mike. Le doy las últimas noticias: está tan feliz… ya no aguanta en su silla, da un salto y me pregunta si puede abrazarme. Ni modo, ¡Qué importan las normas de seguridad!... ¡Me abraza muy fuerte y lleno de alegría!

Una semana más tarde vuelvo a verlo. Siempre muy feliz… me dice que recibió tres cartas de su compañera y vuelve a pedirme que le llame por teléfono para decirle que la ama, etc. etc.

Bueno, la llamo… Responde de manera muy seca: sí está bien, pero ¡todo se ha terminado! ¡Las cartas, puede romperlas y tirarlas a la basura! Todo ha cambiado desde hace algunos días… ¡Ella tiene un chico nuevo!...

Vuelvo a subir al piso… ¿Qué voy a decirle a Mike? Todavía tiene que estar una semana en la cárcel… luego se celebrará el juicio. ¡Seguramente será liberado!...

Mike con una sonrisa llena de espera y de esperanza me pregunta: ”Entonces, ¿Cómo está ella?” Le digo: “¡No contesta!” Su sonrisa se desvanece. Insiste diciéndome: “Pero…vuelva a intentarlo… tal vez un poco más tarde… ¿Sí? ¿Va a intentarlo otra vez? Meneo la cabeza… estoy turbado… No, no puedo decírselo…

Hay casos mucho más graves: casos de abuso sexual de menores. Y sin embargo esos hombres no son monstruos. Como son despreciados y acosados  por los otros presos, a menudo buscan tener contactos con el capellán. Por supuesto cada caso es diferente. Hay unos que reconocen sus faltas, otros intentan justificarse.

Marcel está acusado de violar a los niños de su compañera (4 y 6 años). ¡Presume ser inocente! Es un golpe montado contra él por su compañera porque él la dejó. Todo eso es solamente una venganza. Su primera mujer también lo cree: viene a visitarlo regularmente con sus hijos que están todos muy bien.

Yo, no sé que pensar… pero me alegro de no ser el juez… Sí, desde hace mucho tiempo renuncié a querer conocer la verdad, ya es mucho si llego a comprender un poco al que está delante de mí… que es tan complejo, con su historia tan humana… pero tan complicada y a menudo torcida, con tantas contradicciones, quebrantos y luego… esos abismos espantosos, terribles, en los que la misma persona ya no se comprende… y me veo a mi mismo con mis propias ambigüedades y contradicciones… No, no quiero ni puedo juzgar: ¡no es mi “oficio”!

Gustav  recogió máquinas viejas y carros para chatarra en su propio terreno. Más de diez veces llamó a la policía para indicarles que le roban regularmente. Pero, como los robos continuaban, compró un revólver y mató a tres personas que entraron a robar.

Gustav es un buen cristiano. Es creyente, lo que es más bien raro en nuestra cárcel. Reza cada día. Es muy inteligente y verdaderamente simpático. Se siente víctima: los ladrones lo rompieron todo en su terreno, destruyeron sus carros, sus máquinas… El los mató, es cierto, no niega nada, pero tuvo que defenderse: es un caso de defensa en situación de urgencia…

Gustav tiene su lógica propia y su manera de ver a Dios. Sé que su lógica es muy peligrosa, que hay algo que, a pesar de su inteligencia, está chueco, lo que hace que pierde pie, que ya no ve la realidad, y sobretodo ya no es capaz de juzgar si su manera de actuar es adecuada.

El siquiatra lo declara totalmente culpable, y Gustav fue condenado de por vida por esos hechos juzgados “especialmente graves”: Eso quiere decir por lo menos 20 años de cárcel. En este momento está apelando y está convencido de que será liberado… Intento confrontarlo con la realidad, con los argumentos que me parecen lógicos… no hay nada que hacer. Su lógica y su fe son inquebrantables: ¡pretende haber escuchado la voz del Señor que le hubiera dicho que va a salir de la cárcel! ¿Qué puedo hacer? Estoy ahí y lo escucho… Hablamos de música, de literatura y nos comprendemos bien… Pero hablar de Dios es más difícil…

No sabría decir cuánto tiempo seguiré trabajando aún en la cárcel. Si pienso seguir hasta la jubilación se me hace un nudo en el estómago… Así que me digo: ¡es mejor pensar sólo en los próximos seis meses! Y después veremos, pues siempre se puede renovar.

En la cárcel a menudo se ve la vida completamente negra o completamente blanca, tanto los empleados como los presos. Creo que este trabajo me hace descubrir como la realidad humana es más compleja. Escuchando a esos hombres en la cárcel, descubro muchos matices de gris, e incluso de colores.

Comprendí que no puedo comprenderlo todo, y que querer comprenderlo todo no es tan importante. Lo importante es estar ahí, intentar respetar a cada uno con su vida, dejarle su responsabilidad y animarlo a mantener  las esperanzas.