Noticias de las Fraternidades 39

LA FRATERNIDAD EN MÉXICO

Diario de Paco, Fraternidad de Ciudad Hidalgo(2012)

Varios hermanos ya hablaron mejor que yo de esta fraternidad, de sus prioridades, de sus ritmos y del entorno en el cual nos movemos... Pero hoy quiero abrir un camino  para compartir algo con todos Ustedes.

Creo que el mejor camino para empezar es dar gracias a Dios y a los hermanos por el don de la fraternidad y  por todo lo que representa para mi. Puedo decir que todo lo que soy y tengo lo debo a la Fraternidad; mi manera de leer y vivir el Evangelio se fue fraguando gracias al mensaje y a la vivencia de la Fraternidad y de cada hermano. La Fraternidad nos ha enseñado: la oración, la comunidad y la cercanía con los sencillos.

Hoy, más que nunca, estas tres realidades permiten situarnos en la nueva cultura en la que estamos inmersos, con una claridad y una esperanza que para muchos brillan por su ausencia. Poder  vivir en la oración a la vez la búsqueda de un Dios que siempre nos sorprende y que, a veces, se esconde, y nuestra misión de intercesión para con los crucificados de hoy y de siempre, es de por si una realidad suficiente para dar sentido  a nuestra vida y para alimentarla. Es una gracia poder hacerlo con otros hermanos, apoyados y animados por amigos comprometidos en la misma búsqueda. Es una gracia descubrir que las debilidades propias y ajenas no nos impiden vivir la alegría de la fraternidad. Y es una alegría todavía más grande tomar conciencia que este camino de comunidad no nos encierra sobre nosotros mismos pero nos abre a la acogida y nos acerca de manera concreta a los sencillos que nos rodean y a otra gente que comparte nuestra búsqueda. Así se abren, para ellos y para nosotros, espacios de compartir y de confianza que nos enriquecen mutuamente, más allá de lo esperado. De esta forma, a la vez sencilla y profunda, se nos manifiesta la sencillez y la profundidad de los misterios del Reino de Dios: paz, justicia, alegría y amor. Sin dejar de tener los pies bien pegados a la tierra: somos pequeños y no vamos a cambiar el mundo, pero esto no nos quita el sueño pues estaba previsto desde el inicio: no hemos inventada nosotros lo del grano de mostaza ni lo del puñado de levadura… Lo que cuenta es estar allí donde Jesús nos llama, no para sentirnos mejores que los demás (no lo somos) sino para unirnos en la gratitud hacia el Padre que ha revelado los secretos del Reino a los humildes, a los pequeños, a los insignificantes y los ha escondido a los sabios.

¿Sabremos valorar debidamente esta sencillez, esta "insignificancia"? La tentación del poder en todos sus aspectos (inclusive el poder eclesial), está siempre presente y puede llevarnos a buscar otro tipo de eficacia, de importancia, de resultados comprobables. Pero basta con ver adonde nos llevaron los poderes del dinero, de la política, de la Iglesia, para curarnos de una vez por toda de esta tentación: sigue siendo más fácil para un camello pasar por el agujero de una aguja, que para un poderoso entrar en Reino de los Cielos.

Me alegro mucho por nuestra debilidad que incluye una cierta marginalidad: creo que es más urgente que nunca vivir y padecer "fuera de la ciudad", fuera de todo deseo de poder (sin olvidar que lo sagrado es una de la formas más crueles de poder), y buscar el Reino entre los pequeños, los excluidos, buscarlo en los espacios despreciados de los que no tienen voz y que nunca llegarán a los primeros puestos.

Otra cosa sería evaluar mi coherencia y mi compromiso, más allá de límites y contradicciones. Sin embargo no pierdo el sueño por ello: lo que me importa es tener los ojos en el camino y seguir la huella sabiendo que Dios no está al final del camino sino que él es el camino.  Con esto basta.