Noticias de las Fraternidades 41

Diario de Christian
(Fraternidad de La Roque d'Anthéron, Francia)
 

Después del cierre de la fraternidad de Magdeburg, llegué en octubre de 2003 a La Roque d´Anthéron en el sur de Francia. Paul-André e Yves me acogieron. Esta fraternidad existía desde noviembre de 2001. Una de mis preocupaciones era la búsqueda de un trabajo como auxiliar de enfermería. Eso era más difícil de lo previsto pues mi título alemán de enfermero en geriatría no es reconocido en Francia. En agosto de 2004, fui contratado por una residencia a 12 km. de aquí. Los primeros meses en este establecimiento no fueron fáciles. Con casi cincuenta años y con algunas experiencias profesionales, tenía mis ideas fijas, mis convicciones que no quería soltar. Además soy el único hombre en el servicio. Habiendo trabajado durante varios años en los cuidados a domicilio, a menudo solo y de manera autónoma, el hecho de encontrarme en equipo y bajo la mirada de los demás, era nuevo para mí.

Como cuidadores en una residencia, tenemos la vocación de acompañar a las personas desde su llegada hasta su salida. Ustedes se imaginan fácilmente que hay todos los casos de figuras posibles: personas que se quedan algunos días, algunos meses, años. Hay personas que nos llegan como desconocidas y que se irán sin que se conozca nada de su vida o de su familia. Otras nos comparten su historia, en la medida en que aceptamos escucharlas. Esta última etapa de vida puede durar más o menos tiempo. A menudo la enfermedad avanza, la dependencia aumenta y la comunicación verbal se desvanece.

Cuidar durante meses a alguien que no habla para nada no es evidente. La rutina corre el riesgo de instalarse, los gestos del cuidador se vuelven mecánicos. Pienso en una señora que cuido desde hace más de un año. Cuando la baño a veces me pregunto: ¿Y Dios en todo eso? ¿Mi fe en Jesucristo...? ¿Qué quiere decirme a través de esta persona? Un día recibí una lucecita: actualmente la comunicación verbal es prácticamente imposible. ¿Y si después de nuestra muerte en la eternidad nos encontramos de nuevo? Hablaremos de este tiempo pasado juntos. Yo le diré: “Sabe usted, para mí no siempre era fácil cuidarla. Cuantas veces no estaba a la altura de mi ideal.” ¿Será que ella me dirá: "Lo sé, pero estaba enferma, incapaz de hacer nada, y tú me cuidaste"?

Tal vez sea una respuesta a partir de nuestra fe: el encuentro con esa señora no se terminará definitivamente aquí abajo. Es reconfortante creer que en la eternidad la comunicación, interrumpida hoy, vuelva a ser posible. Nuestras relaciones vividas en la pena serán transformadas. El pasado no será borrado sino visto a la luz de Dios y del Dios misericordioso.

Quisiera hablarles también de la manera como intento vivir mi vocación religiosa como auxiliar de enfermería en esta residencia. Hace años que siento en mí el deseo de una contemplación enraizada en la vida. Eso sigue siendo válido hoy y para mí significa mirar a Jesús y permanecer en contacto con él. ¿Cómo realizar eso si estoy todo el día atareado en las ocupaciones y solicitado por personas a las que quiero estar presente? Hubo períodos en los que intentaba memorizar frases del evangelio o de salmos y repetirlas durante el trabajo. Eso no funcionó. Me doy cuenta de que “estar presente” significa “acoger al otro”. Poder acoger al otro exige también que yo esté en contacto con mis propias emociones. Estoy sorprendido de constatar el potencial de amor que se encuentra escondido en el corazón de una persona de edad. Cuando me dirigen manifestaciones de cariño, a veces me cuesta trabajo acogerlas. Ahí también, un día pensé: y si en lugar de esta mujer Dios me dijera: “yo te esperé, está bien que estés ahí”… A través de esas pequeñas experiencias me digo: es inútil querer aplicar un programa espiritual (repetición de salmos, etc.). Es más bien a partir de lo que soy, y en relación con los demás, que Dios me transforma por su Espíritu.

A veces hay jóvenes que vienen a hacer prácticas durante algunas semanas junto a las personas mayores. Cuando trabajo con ellos me presento como religioso viviendo en comunidad, etc. Me interesa ver cuál es su reacción. Puedo decirles que en general eso no provoca ninguna pregunta. Fuera de eso, es apasionante trabajar con los jóvenes y es bello ver cómo pueden ocuparse de las personas mayores.

Para terminar les hablaré de una actividad que se desarrolla la mayor parte del tiempo fuera de mi trabajo. Se trata de compartir la Palabra de Dios. Desde que estoy en fraternidad, me resulta difícil preparar un comentario de las Escrituras. La confrontación intelectual con la Palabra es un trabajo muy arduo para mí. Encontrar palabras, construir frases me cuesta mucho esfuerzo. Pero confieso que esta inmersión en las Escrituras me aporta una maduración de mi fe. En todos los casos: comunicar una reflexión a personas que me escuchan en silencio es siempre un poco aventurado. Sin embargo, en estos últimos meses, hice un descubrimiento que me llenó de alegría. En nuestra parroquia se formó un grupito del que formo parte. Tenemos como misión llevar la comunión a los enfermos a domicilio (o a personas mayores en residencias previstas para ellos). Así visito regularmente algunas personas. Durante la pequeña celebración hablamos del evangelio del día. A veces ese compartir es muy interesante. Las personas expresan ahí lo vivido. La Palabra de Dios está enraizada en su vida. Las palabras de Jesús vienen a mi espíritu: “La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos”. El que cosecha recoge frutos y esos testimonios son el fruto de una larga historia de vida y de fe.

“Lámpara es Señor tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”