EXTRACTO DE LA CARTA DE JOJI,

PRIOR DE LOS HERMANOS DEL EVANGELIO

  

“Con ocasión del 50 aniversario

de la fundación de los Hermanitos del Evangelio”

 

Bruselas, 20 de junio de 2006

  

El 18 de julio de 1956, 3 hermanos llegaron a Sambuc, (una pequeña aldea de Camargue, al sur de Francia) para vivir allí: así se fundó la primera fraternidad de los Hermanitos del Evangelio. Ellos son enviados por René Voillaume, entonces Prior de los Hermanitos de Jesús, de acuerdo con Mons. de Provenchères, obispo de la diócesis de Aix en Provence. Él sigue de cerca este nuevo grupo de religiosos que erige oficialmente en congregación el 13 de junio de 1968 bajo el nombre de Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio.

Una etapa importante de la historia de la Fraternidad es el Capítulo de Castelnaudary (Francia) en julio-agosto de 1973: los hermanos deciden crear una “fraternidad central” en la que René Voillaume se convierte por última vez en prior. Con sus dos asistentes se instala en Cépie, al sur de Francia. Seguidamente, en 1981, la fraternidad central se desplaza a Bruselas (Bélgica) pero René se queda en Cépie hasta el 2001.

Entre 1973 y 1985, un largo trabajo de consulta y de preparación acaba en la reforma de las Constituciones: son votadas en el Capítulo de Herne (Bélgica) en 1985 y son aprobadas por el Cardenal Danneels, Arzobispo de Malinas-Bruselas, el 5 de enero de 1986.

Este doble aniversario de la creación  de la Fraternidad (50 años) y de la aprobación de las nuevas Constituciones (20 años) evoca en mí tres consideraciones que me gustaría compartiros.

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Estamos animados por un impulso evangélico

Es este “impulso apostólico” lo que empuja a René Voillaume y a los primeros hermanos  a fundar la Fraternidad del Evangelio. Ellos sienten dos llamadas que quieren vivir juntos. Desean vivir “en el corazón de las masas”, compartiendo la vida de la gente ordinaria, caminando con ellos y encontrándolos en sus propios caminos. Al mismo tiempo quieren anunciar a Jesucristo, compartirlo con esos hombres y mujeres, caminar con ellos en el conocimiento del amor de Jesús y participar en la creación y el acompañamiento de comunidades cristianas…

Estos dos polos de la llamada que ellos resienten se ajustan poco a poco: se hace toda una búsqueda tanto por parte de los hermanos como por parte de René, según que uno u otro polo tome más importancia. La encíclica “Evangelii Nuntiandi” del Papa Pablo VI (diciembre 1975) es una luz en esta búsqueda; ella insiste en el testimonio de vida como verdadera proclamación del Evangelio (nº 21)[1] aún subrayando la necesidad de un “anuncio claro y sin equívoco del Señor Jesús” (nº 22)[2] que normalmente concluye en una comunidad que vive de Jesucristo y lo celebra (nº 23)[3]

De 1956 a 1976, René Voillaume es el motor de esta marcha: él busca junto con los hermanos la manera de modelar el rostro de la Fraternidad del Evangelio. Sus ideas evolucionan y cambian al contacto con las fraternidades, los ambientes o los acontecimientos, dialogando y a veces en confrontación con los hermanos. Ellas provienen del gran sentido que él tiene de la Iglesia, de la urgencia de la Misión, de la importancia de la espiritualidad del Hermano Carlos para nuestro tiempo. Siente la necesidad de la existencia de un grupo apostólico de religiosos en el seno de la familia del hermano Carlos; los ve dedicándose a la evangelización y al desarrollo de los más alejados y de los más aislados…[4]

Desde su fundación, la Fraternidad del Evangelio se expande por el mundo entero a pesar de su número tan pequeño. Las cinco primeras fraternidades denotan esta dispersión: el Sambuc en un medio rural de Francia (Europa) en 1956. Can-Tho, en una pequeña aldea del Sur de Vietnam (Asia) en 1956, Bindua en un medio minero de Itallia (Europa) en 1957. Jaffna en medio rural de Sri Lanka (Asia) en 1959, y Fortín Olmos en el campo de Argentina (América Latina) en 1960. Pronto llegaron hermanos de múltiples nacionalidades. Todos marchan con el proyecto de vivir juntos de Jesucristo intentando comprender a la gente, de amarlas y caminar con ellos[5]. Al proceder de orígenes diferentes y tener historias diversas,  su inserción y su forma de anunciar el evangelio toman un colorido diferente viviendo en medio de poblaciones de culturas y contextos religiosos diferentes.

El final de los años setenta hasta el capítulo de Herne (1985) donde se aprueban las nuevas Constituciones, es para los hermanos un tiempo de búsqueda, de precisión y de clarificación de su vocación.

 

¿Lugares comunes para decir todo esto? No lo creo.

Hemos nacido para anunciar a Jesucristo, para evangelizar, para “unirnos a los otros en aquello que es vital para ellos a fin de que se escuche aquello que ellos son incapaces de descubrir por ellos mismos, es decir para que sepan cómo el amor de Dios les sostiene y puede transformar su vida y su destino” [6].Esta es nuestra misión [7].

Este anuncio surge de nuestra manera de vivir nuestra vida religiosa. Esta se caracteriza por un compartir de la vida de la gente[8] (inserción, sencillez de vida, amistad, trabajo… Nazaret); por una vida de unión con Dios en Jesús[9] (oración, adoración, eucaristía…) y por medio de una vida y comunión  fraterna[10] (fraternidad, vida comunitaria…).

Esta llamada a vivir de esta manera nuestra vida religiosa da color a nuestro anuncio del Evangelio. Lo que llamamos nuestros “tres pilares”, nos iluminan sobre la fuente que nos empuja a Anunciar[11] sobre los medios que hay que poner en obra, sobre el marco de este anuncio y también fijar los “límites”.

 

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Estamos animados por un impulso contemplativo

 

Este impulso  existe desde el comienzo de la Fraternidad. René Voillaume nos ha dado el ejemplo y ha insistido mucho en esto… Los primeros hermanos y todos los capítulos nos han recordado esta dimensión de nuestra vida. “Queremos vivir una profunda solidaridad con los hombres y las mujeres de hoy buscando, juntos, nuevos senderos de vida, de esperanza, de justicia y de liberación. En el seno mismo de este compartir, de esta solidaridad vivimos nuestra relación con Dios en una “intimidad” que es como la fuente de donde sacamos el agua que nos sacia. “Vivir sólo para él”: este es el sentido de nuestra existencia, es dar a Dios el primer lugar, es volver a poner en el centro nuestra vocación de ‘adoradores de Dios’. Nuestra vida se sitúa en un verdadero cruce donde la relación con Dios, con los pobres y con la comunidad de hermanos, se entrelazan de una manera íntima e interdependiente. Queremos ponernos a la escucha del impulso contemplativo que atraviesa el punto de encuentro de nuestra vida[12]

Nosotros heredamos este impulso contemplativo del Hermano Carlos de Foucauld y de la historia de la fundación de los Hermanitos de Jesús…

Estamos animados por un impulso apostólico: hemos recibido una misión de anuncio del Evangelio, basado en una llamada de comunión con los pobres (Nazaret), con Dios (Oración) y con nuestros hermanos (vida fraterna). De igual forma, nos anima un impulso contemplativo – o debería animarnos – que nace de nuestra respuesta a la llamada que hemos recibido para vivir juntos estos tres aspectos fundamentales[13].

El impulso apostólico que nos anima – o debería animarnos – es inseparable de este impulso contemplativo…

 

¿Por qué queremos vivir con los pobres, compartir sus condiciones de vida, integrarnos en medio de ellos?

Tal vez sería más eficaz para la evangelización y el desarrollo el ponerse ‘por encima’ de ellos, forzándoles un poco la mano, utilizando medios más poderosos (dinero…) etc.

Pero siguiendo el ejemplo de Carlos de Foucauld, queremos seguir el ejemplo del Hijo de Dios que se insertó en Nazaret como un simple pueblerino… que vivió oscuramente treinta años… que anunció la Palabra de Dios caminando por los caminos de Palestina sin tener una piedra donde reposar su cabeza…

Pero siguiendo a Carlos de Foucauld, queremos amar como Jesús, a aquellos con quienes vivimos…[14]

  

¿Por qué queremos tomar tiempo para rezar, adorar, celebrar?

   A menudo estamos cansados… Hay tanto que hacer…

Pero Jesús es el Amigo, Dios es el Padre, el Espíritu es la Fuerza… Si Jesús es realmente el Amigo, queremos encontrarle… Si Dios es realmente el padre, entonces queremos ponernos bajo su amor… Si el Espíritu es realmente nuestra fuerza, entonces queremos beber en esta fuente…

¡Jesús se nos hace presente en los otros, en los acontecimientos, en toda nuestra vida, etc., Él no se deja encontrar solamente en la oración! ¡Sí, es cierto! El Espíritu dispensa su Fuerza por medio de numerosos canales… ¿No podemos encontrar el amor del Padre en toda circunstancia?

Pero para encontrar a Jesús en el otro, para reconocer los signos del amor del Padre, para recibir la fuerza del Espíritu en los acontecimientos que llegan a nuestra vida, necesitamos tiempos fuertes de oración cara a cara, tiempos de adoración, de celebraciones comunitarias, etc.[15]

 

¿Por qué queremos caminar junto a otros hermanos? ¿Por qué queremos vivir la fraternidad con ellos?

¡Parece más fácil caminar con paso propio! La vida fraterna provoca tantas tensiones! Los otros me parecen a menudo como frenos para una inserción más radical, para un anuncio más extenso del Evangelio, para mi realización personal etc. ¡Vivir la fraternidad necesita tanto tiempo y energías… que podrían emplearse en otro lugar!

¡Pero “cuando dos o tres están reunidos en mi nombre, Yo estoy en medio de ellos!”, nos dice Jesús; Fraternidad basada en el amor del Padre por nosotros, revelada por Jesús el Hijo que se hizo hermano nuestro, hecha posible, construida y animada por el Espíritu del Padre y del Hijo.

 

 

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En Carlos de Foucauld encontramos a nuestro inspirador

 

Carlos de Foucauld escribió unas reglas para grupos religiosos: toda su vida él esperó discípulos en vano. Murió sin haber visto nunca a nadie seguir sus pasos. Solamente al final de su vida pudo suscitar a un grupo de hombres y mujeres, “una especie de Orden Tercera”, “una hermandad”, unidos en la oración, antepasados de la “Unión de Hermanos y Hermanas de Jesús, Modalidad – Carlos de Foucauld”.[16]

Carlos de Foucauld es nuestro inspirador[17], al igual que lo es para muchos grupos. La manera en que nos inspiramos de él ha sido autentificada por la Iglesia por medio de la aprobación de la Fraternidad el 13 de junio de 1968. También podemos ver en la reciente beatificación del Hermano Carlos (el 13 de noviembre de 2005) como un reconocimiento oficial, de la Iglesia, del valor de la espiritualidad que se inspira en él.

 

¿Qué nos inspira Carlos de Foucauld?

- El amor de Jesús… Jesús es nuestro Hermano… Él es el Amigo… Él nos invita a caminar con Él.

“Me he perdido la cabeza por este Jesús de Nazaret crucificado hace 1900 años, y he pasado mi vida tratando de imitarlo tanto como lo puede mi debilidad”.

“Queremos imitar constantemente a nuestro bienamado Señor Jesús, para llegar a ser fieles imágenes Suyas en todos nuestros actos interiores y exteriores […] Nos preguntamos cómo pensaba él en todas las cosas, cómo hablaba, cómo haría en la circunstancia en que estamos nosotros, cómo pensaría, hablaría y actuaría en nuestro lugar; y nos esforzamos de todo corazón en reproducir amorosamente en nosotros los rasgos de nuestro divino modelo […]. Nos aplicaremos en primer lugar y sobre todo en imitar Sus virtudes internas, en conformar nuestra alma a Su alma toda ella ardiente con el amor de Dios, toda ella empleada en buscar únicamente Su gloria, toda obediente a Su voluntad, toda aplicada en Sus perfecciones, toda perdida en Su contemplación…, y  al mismo tiempo cuidaremos de imitar Sus obras externas, Su pobreza, Su penitencia, Su recogimiento, Su amor de la soledad, de la oscuridad y de su abajamiento, tomando como regla de toda mi vida la de San Juan de la Cruz: ‘En toda cosa preguntarme cómo lo haría Jesús y hacerlo de igual forma"[18].

Dios nos ama, Dios nos amó ayer, nos ama hoy, nos amará mañana, Dios nos ama en todo instante de nuestra vida terrestre, y nos amará durante la eternidad si no rechazamos Su amor. Él nos pide amor por amor. Él nos dice: ‘Te amo, quiero amarte eternamente y entregarme eternamente a ti, quiero ser amado y poseído por ti durante la eternidad. ¡Ámame, obedéceme, sígueme!” Dios nos ama… Dios nos pide de amarle… Esta es la “verdad” del Corazón de Jesús revelado para iluminar y abrazar los corazones de los hombres”[19].

 

- La espiritualidad de Nazaret… Jesús, Hijo de Dios, ha vivido una vida de hombre corriente en una aldea humilde de Palestina, Nazaret. Él caminó, trabajó, penó, se alegró, tuvo sus amigos… Vivió entre nosotros y con nosotros… Él nos invita a imitarlo.

“No puedo concebir el amor sin una necesidad, una imperiosa necesidad de conformidad, de semejanza, y sobre todo de compartir todas las penas, todas las dificultades, todas las durezas de la vida[20]

“El primer artículo de su vocación y de la mía (Los Hermanitos del Sagrado Corazón) es de imitar a Jesús en su vida de Nazaret y, cuando llegue la hora, en su camino de cruz y de muerte. ¿Cómo? Sobre todo con amor, mirando, contemplando sin cesar al Bienamado, durante el trabajo de cada día, durante las veladas de la noche, durante las adoraciones del Huésped Divino, durante la oración, dando siempre el primer lugar a las cosas espirituales, imitando a Jesús de Nazaret en su amor por Dios…Y permitiendo que este gran amor de Dios y de Jesús resplandezca sobre todos los seres humanos por los cuales Cristo murió, rescatándolos a gran precio, amándolos como él los ha amado, y haciendo todo lo posible para salvar a las almas como él lo hacía en Nazaret, a fin de santificarlas, de consolarlas, en Él, a través de Él, como Él, por Él[21]

“Toda su vida fue un descenso, no dejó de descender: descendió al encarnarse, descendió haciéndose niño pequeño, descendió obedeciendo, descendió haciéndose pobre, abandonado, exilado, perseguido, supliciado, poniéndose siempre en el último lugar[22]

 

- El amor de la Eucaristía… El Hermano Carlos, desde su conversión, amó la Eucaristía. Este amor, casi físico al principio, poco a poco evolucionó hasta que el Hermano Carlos hace el lazo de unión entre el encuentro de Jesús en el pan y en el otro.

“No hay, creo yo, palabra del Evangelio que haya tenido sobre mí una impresión más profunda y me haya transformado más que esta: ‘Todo lo que hagáis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis’. Su pensamos que estas palabras han salido de la Verdad increada, de la boca que dijo ‘Este es mi cuerpo… esta es mi sangre’, con qué fuerza nos sentimos llevados a buscar y a amar a Jesús en “estos pequeños”, estos pecadores, estos pobres, poniendo todos los medios materiales para el alivio de las miserias temporales…”[23]

“Tenéis que intentar de impregnaros del espíritu de Jesús leyendo y releyendo, meditando y remeditando continuamente sus palabras y sus ejemplos; que ellos hagan en nuestras almas como la gota de agua que cae continuamente sobre una piedra en el mismo lugar[24]

 

- El impulso misionero… El Hermano Carlos tenía un deseo ardiente de dar a conocer a Jesucristo.

“Recordaremos continuamente que él se consagró a la salvación de los hombres hasta el punto de resumirlo y significarlo por su nombre de Jesús “Salvador”, y nosotros Lo imitaremos haciendo de la salvación de los hombres la obra de nuestra vida[25]

“Nuestra existencia entera y todo nuestro ser deben gritar el Evangelio sobre los tejados. Nuestra persona entera y toda nuestra vida tienen que proclamar que pertenecemos a Jesús. Nuestras vidas deber ser un espejo de lo que es una vida según el Evangelio. Nuestro ser entero debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que proclame a Jesús, que haga que los otros vean a Jesús y que brille como una imagen de Jesús[26]

“Nuestra vida debe tener la misma finalidad que la Suya: salvar a los hombres para Dios. Imitadores y miembros de Aquél que expresó Su vida por Su nombre de JESÚS, nosotros tenemos que poder resumir la nuestra por esta palabra de Salvador[27].

“Me preguntáis cuál es mi vida; es una vida de monje misionero fundada sobre estos tres principios: imitación de la vida escondida de Jesús en Nazaret, adoración del Santísimo Sacramento expuesto, integración entre los pueblos infieles mas abandonados, haciendo todo lo posible por su conversión. Estoy y siempre he estado solo desde hace diez años. Si el buen Dios me envía hermanos, dada la inmensidad de países infieles a convertir, vale más, por la salvación de las almas, repartirse en pequeños grupos de tres o cuatro, tantos como posible, antes que formar monasterios más poblados…

Veo esos puestos, esas ermitas de tres o cuatro monjes misioneros como vanguardias, hechas para preparar los caminos y ceder el sitio a otros religiosos, a organizaciones del clero secular cuando el terreno esté listo para la labor[28].

 

- El amor y el respeto del otro reconocido como hermano

“Quiero que toda la gente aquí, ya sean cristianos, musulmanes, judíos u otros, me   miren como si fuese su hermano, un hermano universal. Han empezado a llamar a mi casa “la fraternidad” y eso me alegra mucho[29].

“No puedo concebir el amor sin una necesidad, una necesidad imperiosa de conformidad, de semejanza, y sobre todo de compartir todas las penas, todas las dificultades, todas las durezas de la vida[30].

 

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¡Que ese doble aniversario[31] sea una ocasión para cada uno de nosotros personalmente, para cada fraternidad y para toda la Fraternidad en su conjunto de renovarse y de fortalecer su compromiso en seguimiento de Jesús!

¡Que Él nos haga tomar conciencia de que la llamada personal y comunitaria que hemos recibido y recibimos en tanto que Fraternidad del Evangelio la debemos al Hermano Carlos, a René Voillaume y a todos los hermanos que nos han precedido!

¡Que sea para nosotros una ocasión de acción de gracias por todo el bien obrado en y por medio de la Fraternidad!

¡Que también sea una ocasión para reconocer nuestra lentitud, nuestros egoísmos, nuestra ceguera y nuestros rechazos personales y comunitarios en este seguimiento de Jesús al cual somos llamados!

¡Que sea la ocasión para renovar nuestra confianza en Jesús que nos llama, en Dios Padre hacia quien Jesús nos hace caminar y en el Espíritu que es nuestra única Fuerza!

Notas

[1] Constituciones 5.5: “Nuestra evangelización está marcada por nuestra vida con los pobres. Comulgar diariamente en su existencia a fin de imitar a Jesús y a causa de Él, es  ya una manera de vivir el Evangelio y testimoniar de él. Ese compartir de vida no es ni una etapa, ni una táctica en la evangelización, sino el fruto del amor. Es la proclamación silenciosa del amor de Dios y de la buena Noticia de la salvación”

[2] Constituciones 5.2: “Nuestra misión de evangelización, implica , 1º Testimoniar de la vida nueva del Reino, es decir, hacer resplandecer en lo concreto de nuestras vidas la novedad del Evangelio y su llamada  a la fraternidad entre los hombres; 2º- Cooperar en la obra de liberación inaugurada por Cristo: la lucha contra el pecado y toda forma de esclavitud, la construcción de un mundo nuevo; 3º - Anunciar la Palabra de Dios para que el amor de Dios sea proclamado entre los hombres y pueda suscitar la fe y la conversión del corazón”

[3] Constituciones 5.24: “La proclamación del Evangelio tiende a reunir a la gente en comunidad de fe y de caridad fraterna. A veces, es un grupo humano el que descubre el Evangelio, celebra su adhesión a Cristo y se convierte en iglesia reunida alrededor de la Eucaristía. Otras veces, es un grupo de creyentes quienes ya han expresado su fe y su religiosidad, pero que descubrirá poco a poco todas las implicaciones de esta fe. Nosotros caminamos con estas comunidades, les ayudamos en su formación, buscamos la manera de presentarles la fe y la celebramos en armonía con sus verdaderas aspiraciones y los valores de su cultura”

[4] René Voillaume insiste pues sobre la manera de hacerse cargo de las poblaciones aisladas o abandonadas, poco numerosas y viviendo en un terreno reducido a fin de permitir a los hermanos un compartir de vida ‘con’. ‘Los Hermanitos del Evangelio no pueden  aceptar la responsabilidad sociológica o geográfica cuya extensión o el número de habitantes les llevaría de hecho a abandonar el espíritu de su vocación propia y el ejercicio de un apostolado fundado ante todo sobre la posibilidad de contactos humanos personales y el testimonio de amistad”. (Proyecto de constituciones de 1964, art. 97)

[5] Constituciones 1.1: “A causa de Jesucristo y del Evangelio, con vistas a unirse a Dios y por la salvación de todos los hombres, los Hermanitos del Evangelio se comprometen, en el espíritu del Hermano Carlos y siguiendo las Constituciones aprobadas por la Iglesia, - a vivir en pequeñas comunidades fraternas, profesando los consejos evangélicos, - a consagrarse al anuncio de la Buena Noticia a los pobres. Ellos construyen su vida religiosa y su misión en la comunión fraterna, en el compartir de la vida de los pobres y en la oración”

[6] Jean Luc Brunin, Obispo de de Ajaccio, DC, abril 2006

[7] Constituciones 5.1 “La misión de evangelización de la Fraternidad no es más que una participación en la misión de Cristo. Ella es por consiguiente también una participación en la misión de la Iglesia según nuestro carisma reconocido por ella”

Constituciones 1.8: “Dedicados a la proclamación de la buena nueva a los pobres, participamos, según nuestro propio carisma, en la misión de evangelización de la Iglesia. Nuestras fraternidades se ponen al servicio de la Iglesia local, con vistas a testimoniar , del Reino de Dios, proponiendo un camino de reconciliación y trabajando de esta manera por la unidad de todos los hombres, anunciando el Evangelio de Dios, a fin de que cada uno pueda abrirse en libertad y acoger los sacramentos de salvación”

[8] Constituciones 5.6 “En seguimiento de Jesús y fieles al ejemplo del Hermano Carlos, queremos hacernos los hermanos de aquellos que están en “el último lugar”

[9] Constituciones 3.2 “Nuestra oración personal o comunitaria de alimenta de la Palabra de Dios. En la Escritura Santa, los profetas servidores de Dios y el mismo Jesús, nos dicen lo que tiene que ser nuestra adoración y nuestra alabanza. Ellos nos enseñan a ser solidarios de los hombres que sufren, a interceder por ellos y a convertirse en servidores de la Buena Nueva… El estudio y la meditación personal de la Escritura son pues indispensables. Y no es menos importante de conocer la Tradición de la Iglesia, la vida y los escritos de los santos, a través de los cuales Dios continúa hablándonos. Intentamos compartir la palabra de Dios, ya sea en fraternidad o con la comunidad cristiana local”

[10] Constitución 2.2: “Todas las dimensiones de nuestra vida religiosa se expresan en la vida común: -La oración nos reúne bajo la mirada de nuestro Padre, - La pobreza hace nacer entre nosotros el compartir. – La castidad nos hace más verdaderos en la amistad fraterna, - La obediencia realiza la comunión. De esta manera la vida en común, expresión de nuestro amor fraterno, es un aspecto central de nuestra vocación. Ella es un don que Dios nos hace y que nosotros tratamos de vivir aún aceptando nuestras fragilidades y nuestras debilidades”.

[11] Constituciones 5.20 “Nuestro amor por la gente nos empuja a desear lo mejor para ellos, compartiendo con ellos nuestra única y verdadera riqueza y la fuente de nuestra alegría. Dios revelado en Jesucristo y la promesa del Reino”.

[12]  Actas del Capítulo de Spello, 1997 p. 3

[13] Constituciones 1.7: “Al igual que a Jesús le gustaba encontrarse con su Padre en la oración, nosotros tenemos sed, también, de encontrarle y de acoger el Espíritu que hace de nosotros sus amigos y nos hace exclamar: ‘Padre’. Por medio de la perseverancia y los dones del Espíritu, somos conducidos a tener los mismos sentimientos del Corazón de nuestro ‘Bienamado Hermano y Señor Jesús’ por su Padre y por los hombres. Toda nuestra vida recibe luz y alimentación de este diálogo con Cristo. El camino de la oración, que la Fraternidad nos propone, se inspira del amor que el Hermano Carlos tenía por la Eucaristía y por su sentido del desierto”

[14] ‘Lo propio del amor es la imitación’ Carlos de Foucauld.

Constituciones 4/6: “Por medio de nuestra pobreza, queremos imitar a Jesús quien, desde Belén hasta la cruz fue pobre. Nuestro amor por Dios nos invita a venderlo todo para adquirir la fina perla, el tesoro escondido y llegar a ser pobres de corazón, libres frente a todo instinto de posesión, de dinero y de bienes materiales a causa del Reino. Ser pobres como Jesús, que fue humilde, pacífico, misericordioso, compadeciéndose de todos los que sufren. Abandonado al amor del Padre, él confía en la Providencia, sin inquietudes por el mañana. Libre de todo apego, él está disponible para la oración así como para el anuncio del Evangelio. El espíritu de compartir, fruto de la pobreza evangélica, debería hacer de nuestras comunidades un signo y un anuncio de una sociedad más humana, liberada de la sed de dinero y de poder.

(Mc. 6.3, 1ª Co. 9: 20-23)

[15] Carlos de Foucauld, Cartas a los hermanos de la Trapa p. 108

Constituciones 4/6: “Nuestra vida de oración es un largo camino en el curso del cual el Espíritu Santo profundiza nuestra unión con Dios. Es un diálogo en el cual se expresan y se fortalecen la fe, el amor y la  esperanza. Ella está orientada hacia la plenitud de la vida contemplativa en nosotros. La Fraternidad nos propone, en el surco de la larga tradición de la Iglesia, este camino de oración – la celebración del misterio eucarístico, - la lectura y la meditación de la Palabra de Dios, - momentos de oración personal y comunitario, - tiempos de retiro y de desierto.

Sal. 110/ 105; Sal. 84/11; Os. 2/16, Mc 6/31

[16] “Es una unión de estrechos lazos, una hermandad que pide a sus miembros una vida ferviente fuerte, pero no es una Orden Tercera, puesto que no va unida a ninguna Orden establecida” (Carlos de Foucauld, 25 -08- 1913)

[17] Constituciones 1.5 “Estamos llamados a vivir el Evangelio en el espíritu del Hermano Carlos. Él nos ha enseñado lo que quiere decir ‘no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mí’, por medio de la imitación de Jesús en Nazaret, - la intimidad con Cristo Jesús en la oración de adoracicón y la vida en el desierto, - el anuncio de la buena nueva a los pobres y los más alejados, - el don de su vida por la salvación de los hombres”.

[18] Solo con Dios, Nouvelle Cité, p. 156

[19] El Evangelio presentado a los pobres del Sahara, p. 143 -144. Grasset 1938

[20] El último lugar, Nouvelle Cité, p. 190-192

[21] Obras Espirituales p. 363 - 364

[22] Viajero en la noche, p. 208

[23] Carlos de Foucauld a Louis Massignon, Tamanrasset, 1º de Agosto 1916

[24]  Citado en el anexo IV del Directorio publicado en 1928 por L. Massignon, p. 134

[25] Reglamento y Directorio, p. 109 - 110

[26] Meditaciones sobre los Santos Evangelios, MSE, 3147

[27] Viajero en la noche, Nouvelle Cité, pagina 231

[28] Carta al Hermano Antonin , del 13-05-1911

[29] Carta a Marie de Bondy, 07 – 01 – 1901

[30] El último lugar, p. 190, 192

[31] Establecimiento de la primera fraternidad del Evangelio (18 de julio 1956) y aprobación de nuestras Constituciones actuales (5 de enero 1986)